El amor se convierte en adicción cuando se dan diversas circunstancias, necesitas más que quieres a su compañero-a; hacen cualquier cosa para evitar la ruptura, a la que temen como algo verdaderamente catastrófico; intentan estar el máximo tiempo posible con la otra persona aferrándose a ella de manera asfixiante, sea presencialmente o mediante los medios actuales de comunicación (llamadas constantes de teléfono, mensajes al móvil, etc.); se olvidan del resto de personas y amistades existiendo únicamente la pareja; aceptan cualquier condición del compañero o incluso malos tratos siempre y cuando no se rompa la relación; suelen encontrar “interesantes” a personas explotadoras y narcisistas; etc.
La adicción amorosa puede darse solo en una relación puntual o puede ser el patrón que una persona repite a lo largo de todas sus relaciones y que la persona , como hemos comentado, mantiene tenga o no tenga pareja, y en ese caso estaríamos, probablemente, ante la llamada dependencia emocional, necesidad afectiva extrema que una persona siente hacia otra a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. No obstante, su carácter crónico no se basa en la sucesión de dichas relaciones, sino en la personalidad de estos sujetos; es decir, el dependiente emocional lo es también cuando no tiene pareja, aunque esto no sea lo más habitual porque su patología provoca que busque otra desesperadamente. De hecho, una de sus características es que no soportan la soledad.
Cuando hablamos de dependencia emocional, estamos ante un continuo que va de una dependencia leve hasta una patología. Algunas de las características que nos ayudará a detectar la dependencia son:
Tendencia a la exclusividad en las relaciones. Esto se da tanto en las relaciones de pareja como en las amistades de estas personas, sintiéndose más cómodos hablando con un único amigo que en un grupo numeroso de personas, en el que uno no tiene el suministro afectivo necesario y puede, paradójicamente, encontrarse más solo. Esta exclusividad, dentro ya de las relaciones de pareja, da a entender que más que cariño hay necesidad hacia el otro, implica una cierta falta de construcción personal. Sintetizando esta característica, podemos afirmar que la relación ideal del dependiente con su pareja sería en forma de “burbuja”, que les aislara a ambos del entorno. Es preciso añadir que una cosa es la pretensión o el deseo del dependiente en este sentido, y otra bien distinta que la pareja esté por la labor de formar parte de esa “burbuja”.
Prioridad: Esta característica ilustra a la perfección la similitud con otras adicciones, ya que en ambos fenómenos es el objeto de la adicción lo que se convierte en el centro de la existencia del individuo, y todo lo demás queda al margen. La pareja del dependiente emocional ocupa continuamente su pensamiento, sus sentimientos y su comportamiento, descuidándose así aspectos como trabajo, hijos, familia, amigos, aficiones personales, etc. La otra persona es siempre la máxima prioridad para el dependiente, haciendo éste cualquier cosa para mantener la relación.
Deseo de acceso constante hacia sus parejas: De igual forma que sucede en otras adicciones, y como consecuencia de las características anteriores, el dependiente quiere tener el mayor contacto posible con su pareja. Así, están continuamente con ellas como si de una simbiosis se tratara, con la correspondiente reacción de agobio por parte de los compañeros. También quieren saber continuamente dónde están, qué hacen, les llaman una y otra vez al trabajo, les mandan mensajes de texto al móvil, etc., siempre y cuando la pareja se lo permita. Este deseo de acceso constante es muy superior al normal en cualquier pareja, y es todavía más llamativo cuando ésta es un auténtico desastre y un tormento para el dependiente emocional.
Ilusión excesiva al principio de una relación o cuando conocen a una persona “interesante”. Esta ilusión tiene mucho de euforia y autoengaño, de la misma forma que cuando se da una ruptura pueden pensar que por ver de vez en cuando a su pareja no se van a volver a enganchar a ella. El autoengaño es también una constante en otras adicciones.
Idealización del compañero. Como contrapartida a la baja autoestima del dependiente emocional, éste basa sus sentimientos hacia la pareja en su sobrevaloración. El dependiente admira a su pareja y la considera como grandiosa y especial, siendo esta idealización el fundamento de su necesidad patológica del compañero (exclusividad, deseo de acceso constante, prioridad). Es como si el dependiente se despreciara tanto que necesite a otra persona para compensar su supuesto déficit, persona a la que, por asumir este rol de “salvadora”, admirará e idealizará incondicionalmente.
Subordinación en las relaciones de pareja. Esta subordinación debe diferenciarse de la abnegación propia, por ejemplo, de los codependientes. Es un medio para preservar la relación a toda costa, algo que los dependientes (por su baja autoestima y la idealización del compañero) hacen muy bien y que es atrayente para sus parejas por el suministro narcisista que les proporciona. Por el contrario, una persona abnegada se somete a otra simplemente porque es el sentido de su vida y no quiere hacer otra cosa. Las relaciones de pareja de los dependientes emocionales son marcadamente asimétricas, desequilibradas. Uno de sus componentes es el que domina claramente en la pareja y el otro (en este caso, el dependiente) sólo se preocupa del bienestar del compañero, de hacer lo que su pareja desee, de magnificar y alabar todo lo que hace, de ser el objeto de su desprecio narcisista e incluso a veces de su rabia, tanto psíquica como física. Muchos casos de malos tratos, aunque no todos
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