Banalización de ciertos trastornos
¿Es o no es una patología?
¿Es o no es una patología?
En artículos anteriores ya hemos comentado algunos de los problemas que sufre la Salud Mental. Concretamente en este artículo anterior, hicimos una revisión de algunos de los trastornos mentales que más había sufrido la banalización y frivolización, y en este artículo queremos continuar con algunos otros trastornos que sufren la misma suerte.
Nuestra intención con este tipo de artículos es doble. Por una parte, queremos que la gente sepa qué significan realmente esas palabras que usan y por tanto el error que se comete cuando se usan de manera equivocada. Por otra parte, necesitamos que se sepa qué es y qué no es cada cosa, porque es igual de peligroso que cualquier cosa sea considerada salud mental como que se usen estos términos para estigmatizar a quienes realmente tienen estos trastornos.
Vemos algunos de estos trastornos mentales banalizados.
El TDAH es un trastorno que se asocia principalmente a los más pequeños, pero que realmente puede estar presente también en adolescentes y adultos, aunque el inicio se manifiesta antes de los 12 años. El nombre oficial es Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad lo que ya nos indica sus 2 rasgos principales que pueden presentarse de forma conjunta o aislada, pero han de hacerlo de manera persistente.
La Inatención se manifiesta en conductas como no prestar atención en detalles e incluso “desconectar” durante una conversación, no se seguir las instrucciones, abandonar tareas dejándolas incompletas, dificultad para organizarse…
El otro rasgo sería la Hiperactividad, esta la podemos identificar como movimiento de manos o piernas cuando están sentados, levantarse con frecuencia, conductas como correr o trepar en lugares poco adecuados, habla excesiva etc… Además, suele manifestarse con cierta impulsividad como por ejemplo contestando antes de que finalice la pregunta, no respeta los turnos, interrumpe….
Muchas de estas características son habituales en los niños y niñas pequeños, por lo que tenemos que confirmar que existe realmente un nivel elevado de interferencia en su vida y que se da en los diferentes contextos y de manera estable durante 6 meses. Sabiendo todas las características del TDAH no debemos decir con ligereza eso de “qué niño/a tan movido, seguro que tiene TDAH”.
Hay personas muy delgadas que no tienen por qué tener un trastorno alimenticio, es posible que su metabolismo y fisiología sea así o que exista algún problema médico.
La anorexia va mucho más allá de estar delgado/a, hay una alteración cognitiva en la que se pierde la noción y percepción del peso de la propia persona y no se es consciente del aspecto real ni de las consecuencias que esto puede tener para su salud. También existe un miedo
desproporcionado a ganar peso o a engordar muy marcado. Para evitar ganar peso pueden utilizar “estrategias” como restringir la ingesta con dietas extremas, ayunos o hacer ejercicio excesivo, o por otra parte pueden realizar purgas con vómitos, laxantes, diuréticos…
La esquizofrenia es uno de los trastornos con más estigma asociado. Los rasgos principales que la pueden caracterizar son que la persona puede presentar delirios (falsa creencia o interpretación) o alucinaciones (percepción NO real) que no se ajustan a la realidad. Además, puede ir acompañado de discursos y comportamientos desorganizados y unos “síntomas negativos” que le impiden desarrollar una vida cotidiana como el abandono de tareas, dificultades de relación social o afectividad.
Dentro de la esquizofrenia, hay diferentes clases, por ejemplo, una de las más reconocibles es la esquizofrenia paranoide en la que la persona siente que se le vigila, persigue o acosa de algún modo.
Aunque no existe una “cura” para la esquizofrenia como tal, con la adecuada terapia y seguimiento muchas de estas personas pueden llevar una vida normal y adaptada.
El Trastorno del Espectro del Autismo comienza en los primeros años de desarrollo, se caracteriza principalmente por las dificultades de interacción social y la comunicación. Este espectro abarca un amplio abanico de síntomas y gravedad. Los signos pueden estar presentes desde el inicio de la infancia y otros pueden desarrollarse de manera observable a partir de los 2 años. Suelen ser signos como la evitación del contacto visual, no responder cuando se les llama por el nombre o falta de interés por las personas del entorno. Conforme avanza su desarrollo también se puede manifestar más introversión e incluso agresividad, dificultades del lenguaje, evitación del contacto físico, repetición de frases o palabras, dificultad para interpretar y manifestar emociones, etc. También pueden tener comportamientos específicos como movimientos repetitivos y estereotipados, rutinas y rituales marcados, focalización y obsesión con objetos o partes de estos…
Cada niño/a evoluciona a un ritmo diferente, por ello, tenemos que tener claro que necesitamos que un profesional realice un diagnóstico adecuado y que no interpretemos diferencias en el desarrollo o en el interés social con un trastorno real como es el Trastorno del Espectro del Autismo.
A todos en algún momento se nos pueden olvidar datos y hechos que conocíamos e incluso cosas muy recientes, también es normal que, conforme avanzamos en edad, podamos sufrir cierto incremento de estos episodios, por eso es importante conocer la diferencia entre un olvido normal y el desarrollo de una demencia o Alzheimer.
Realmente el Alzheimer es la forma más común de demencia, que se manifiesta como una pérdida progresiva y significativa de las habilidades cognitivas, especialmente de la memoria. En las primeras fases los síntomas suelen ser leves y sin un origen marcado. Los primeros signos suelen ser pérdidas de memoria de las cosas recientes, que también es habitual en personas sin Alzheimer, por lo que nuestra atención tiene que ir dirigida a detectar patrones de desorientación en tiempo o lugar, dificultad para encontrar palabras determinadas, cambios de humor marcados, suspicacia hacia familiares y entorno cercano etc.
Debemos ser conscientes de que existe una diferencia entre el envejecimiento normal y la demencia, pero que, si tras analizar nuestra conducta, o la de la persona en cuestión, seguimos con sospechas, hay que acudir a un profesional para que haga una evaluación adecuada.
Esperamos que con toda esta información podamos hacer un uso más adecuado del lenguaje y, sobre todo, que podamos comprender mejor los diferentes trastornos mentales , que los normalicemos y los tratemos con el respeto que se merecen.
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