En la Parte 1 de este tema, especifiqué en el Módulo en el cual he podido desarrollar diversas funciones, diferenciando este de otros módulos más conflictivos. Pues bien, continuo con este tema para hablaros de mi experiencia a nivel personal.
Comencemos por el principio, es una prisión mal comunicada, no llega apenas transporte público, sólo un bus con horarios escasos, está un tanto alejada de la ciudad, por lo que yo iba en coche (este punto puede ser criticado si atendemos a que es complicado entonces para las familias el desplazamiento), una vez llegas te identifican y pasas por diversos «controles» efectuados por funcionarios, en mi caso nunca me registraron, sólo me identificaron. Nunca se abre una puerta sin que se cierre la anterior, se trata de verjas automáticas controladas por los funcionarios.
En mi caso tenía que recorrer un amplio pasillo hasta mi destino, a lo largo de él siempre me giraba para ver el «módulo de aislamiento», sin observar nunca más que el silencio. Hay limpieza, aunque sus instalaciones son viejas no hay suciedad, al menos en este recorrido, recuerda a una escuela antigua, con ese típico color verde y en tonos beiges de sus instalaciones, colores típicos de centros institucionales. Algo que recuerdo es que siempre olía a algo extraño, no era a sucio, pero tampoco agradable. Al llegar a mi módulo llamaba a un timbre o esperaba a que el vigilante me viera y me abriera y, dentro de este módulo, aún tenía más sensación de estar en una escuela. Aulas típicas de colegio, despacho común de profesionales que parece un despacho de profesores, patio común…
Mi cometido comenzó siendo la responsable del grupo de mujeres, costaba mucho que fueran puntuales, algunas fumando en el patio, otras en los cuartos… eran unas 5 de las cuáles 1 o 2 solían ser puntuales. Como comenté, las normas de conducta son muy importantes y más en módulos de este tipo, por lo que, prácticamente todos los días, tenía que comenzar remarcando que tenían que ser puntuales. Más datos que recuerdan a un colegio, se pasaba lista de asistencia. La verdad, era un grupo muy complicado, gente que tiende a ser desconfiada porque la vida les ha enseñado que no han de fiarse, que están desmotivadas y que al salir a la mayoría de ellas no les esperaba nada bueno. Creo que ahí estaba la clave, aquellas que solían evolucionar mejor era porque tenían esperanza de una vida mejor fuera, si les esperaba soledad, penurias, problemas familiares, etc… se complicaba su reinserción.
Posteriormente junto con mi compañero llevé a cabo un taller de control de impulsos, en el que intentamos que fueran capaces de pensar dos veces (o tres o cuatro…) antes de tener cualquier impulso, tanto de violencia, como de adicciones etc. Pensé que sería un grupo también complicado, imaginando que los responsables habrían apuntado a formar parte de él a los más impulsivos y, por lo tanto, a posiblemente los más problemáticos. Fue una experiencia muy curiosa, uno de ello, tremendamente impulsivo (y con apariencia «agresiva») logró un gran cambio y ganarse el cariño de los dos terapeutas, otros que parecían razonables y calmados (con una apariencia «más normalizada») sacaban su impulsividad con tintes de agresividad en simples juegos que usábamos para evaluar su tolerancia a la frustración… era un grupo muy amplio ( a diferencia del de las mujeres, número reducido ya que no habían más en el módulo) por lo que se podían ver comportamientos muy diversos. ¿La conclusión o conclusiones? Antes de juzgar se cauto y da una oportunidad, algo tan típico como que las apariencias engañan es real, al igual que lo es que la gente cambia, pero siempre si quieren cambiar y se implican.
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